Él la miró firmemente y con los ojos clavados en los de ella, le dijo:
-Confieso que amo mi vida, ¡soy muy feliz!-
Ella lo miro con una sonrisa que traspasaba desde su boca hasta su mirada, sintió que su corazón saltaba de alegría y le respondió:
-Me encanta la gente que es feliz, porque eso demuestra que ven lo lindo de los detalles. La gente que no es feliz, es porque la ve como algo muy grande y que jamás ha podido sentir-
Sus ojos brillaban, habían encontrado a alguien que pensaba de forma similar -aunque no debe ser difícil encontrar a alguien que crea en la felicidad- él tomó sus manos, bajó la mirada y casi como un murmullo dijo:
-La felicidad no es un fruto...es una herramienta para enfrentar la vida-
Ella con una mano le tomó el rostro alzándolo hasta quedar frente a frente, entonces ambos, con los ojos cerrados, dijeron al mismo tiempo con ánimo de grito:
-¡La felicidad es nuestra!-
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