miércoles, 25 de abril de 2012
Mi hermana - sí, tiene apenas 12 - tiene razón, no le gusto.
Soy tan estúpida, desubicada y cabra chica, que es imposible que se fije en mi.
Tiene tanta fuerza. Toda mi espalda cabe en su mano -literalmente-. Y toda yo también alcanzo en apenas una de sus manos -sentido figurado- porque su otra mano va jugando escondida a afirmar mi muslo con cada uno de sus dedos.
Es un hombre bueno, por lo tanto no es raro que sea bueno conmigo, y si yo le gustara sería aún más bueno. Supiera cuán reprimidas tengo las emociones y supiera con cuanta fuerza me resisto de caer rendida a mis impulsos. Debería verlo como a uno más, pero... y aquí estoy como las tontas, escribiendo cosas en un blog, porque no tengo diario de vida y estoy poco menos que sacando los pétalos de uno de una flor, para saber si me quiere o no.
Sentí como antes su mano recorrer mi espalda a pura piel, tomarme con fuerza y levantarme, ponerme sobre sus piernas, tomarme de la cadera, mirarnos a los ojos, no sé si con deseo o con recuerdos, con cara de de havú. Sentí como la electricidad subía por mi columna vertebral, o me bajaba desde la hipófisis, no lo sé. Sentí como se siente a ese hombre, pero no le gusto, debo convencerme de eso.
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