Después de todo, a pesar del estrés propio de esta altura del año, es bueno hacer cosas, las que sean, todas las que alcances.
Me gusta el invierno, es un buena época para tomar café - aunque ahora me hace pésimo, me siento terrible- es una buena época para compartir un vino en la comida del domingo con mi papá, un sour con una amiga un viernes por la noche, unas piscolas con un grupo de amigos el sábado en la noche, ver fútbol tomando una rica cerveza, cualquier día del fin de semana por la tarde. A parte de beber, es una buena época para comer chocolates, cazuelas que cocina mi mamá, asados al horno en familia, porque hace frío y se me congelan los dedos, los pies, la nariz, porque me duelen los labios y las mejillas, porque llueve y no me gusta usar paraguas.
El invierno es un buen momento, porque uno puede pensar, pero no puedes sentarte en un asiento de la plaza, ni tirarte al pasto, si te vas a detener a hacerlo debe ser para tirarte en tu cama o en un sillón, de otro modo, no puedes parar y debes pensar mientras haces las cosas.
Me siento tan bien conmigo en este momento, siento que las cosas me salen como las esperaba, de algún modo me hago el tiempo para todo lo que quiero hacer, la perspectiva positiva hacia la vida, hace que vengan cosas mejores todavía. No me rindo y jamás lo haré. Hago lo que quiero, soy quien quiero ser y eso es bueno.
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