martes, 12 de junio de 2012

Cosas que hago mientras debería estudiar



Se siente genial un día como hoy, a pesar del dolor de piernas y espalda que tengo, no es culpa de lo fuerte que estuvo teatro ayer, es culpa de mi sedentarismo. Tengo que estudiar y por lo menos hoy si tengo el ánimo de hacerlo, las buenas notas motivan a cualquiera. 
No me gusta hablar mucho de lo que pienso, de lo que me gusta, menos de lo que siento -todo aquello respecto a cosas que me interesan- de esas cosas que son relativamente relevantes pero no interesantes, puedo hablar hasta por los codos, de las cosas que no tienen nada de relevante ni de interesantes, tampoco hablo, porque es una verdadera perdida de tiempo (con este último tipo de cosas me refiero especialmente a esos programas tontos que dan en la tele). Volviendo al punto, me quiero enfocar en la primera categoría de temas de conversación que mencioné, esas sobre las que reflexiono pero no comparto: Me he dado cuenta que con las cosas de la segunda categoría fabrico una especie de coraza, de muro, con el que las cubro - de forma inconsciente- me es terriblemente incómodo hablar de lo que siento, me hace sentir vulnerable. Sin embargo, existe gente que con tal claridad logran que saque todo aquello con lo que me protejo, y que por fin hable de lo que me gusta, de lo que me interesa, de las opiniones que tengo, de lo que me frustra, de mis miedos, de mis proyectos, de lo que me gustaría saber, pero no sé. En definitiva, consiguen que logre hablar de mi. 
Hoy me pasó en una mísera hora de ciber conversación, con lo que odio aún más hablar de esas cosas, sin verle el rostro al otro, sin poder mirarlo a los ojos, para que descubra que me cuesta, y que, en realidad, es algo que se ha ganado, pero me gusta, porque se lo toma con naturalidad y lo retribuye compartiendo cosas suyas también. Jugamos a conocernos, no importa más o menos - da igual la cantidad- lo que importa es que nos conocemos mejor. Quiero volver a lo de la naturalidad con la que tomó nuestra conversación, hay otras personas, con las que tal vez erróneamente compartí mi profundidad, que intentan hacer una gran parafernalia de lo que les hablo, hacerle notar a todos cuánto me conocen, cuanto les he dado de mí. Eso, no me gusta, porque incluso llegan a reírse de mis motivaciones, con tal de que todos sepan que ellos las conocen. Prefiero a la gente que también se esconde bajo muros de bromas y temas coloquiales. 

  

lunes, 11 de junio de 2012

El invierno es un buen momento

Después de todo, a pesar del estrés propio de esta altura del año, es bueno hacer cosas, las que sean, todas las que alcances. 
Me gusta el invierno, es un buena época para tomar café - aunque ahora me hace pésimo, me siento terrible- es una buena época para compartir un vino en la comida del domingo con mi papá, un sour con una amiga un viernes por la noche, unas piscolas con un grupo de amigos el sábado en la noche, ver fútbol tomando una rica cerveza, cualquier día del fin de semana por la tarde. A parte de beber, es una buena época para comer chocolates, cazuelas que cocina mi mamá, asados al horno en familia, porque hace frío y se me congelan los dedos, los pies, la nariz, porque me duelen los labios y las mejillas, porque llueve y no me gusta usar paraguas. 
El invierno es un buen momento, porque uno puede pensar, pero no puedes sentarte en un asiento de la plaza, ni tirarte al pasto, si te vas a detener a hacerlo debe ser para tirarte en tu cama o en un sillón, de otro modo, no puedes parar y debes pensar mientras haces las cosas. 

Me siento tan bien conmigo en este momento, siento que las cosas me salen como las esperaba, de algún modo me hago el tiempo para todo lo que quiero hacer, la perspectiva positiva hacia la vida, hace que vengan cosas mejores todavía. No me rindo y jamás lo haré. Hago lo que quiero, soy quien quiero ser y eso es bueno.